
El Oro de las Américas: Cómo el Maíz Revolucionó Gran Canaria y la Alimentación Global
- Tierra
- May 13, 2025
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En la historia de la humanidad, pocos alimentos han tenido un impacto tan profundo y duradero como el maíz. Originario del continente americano, este cereal desempeñó un papel crucial en el desarrollo de civilizaciones como la maya, azteca e inca, antes de iniciar un viaje que lo llevaría a transformar radicalmente las dietas, economías y estructuras sociales del otro lado del Atlántico.
La llegada del maíz a Europa tras el descubrimiento de América en 1492 marcó el inicio de una revolución agrícola silenciosa pero persistente. Una de las primeras regiones en experimentar este cambio fue el archipiélago canario. En particular, la isla de Gran Canaria se convirtió en un laboratorio de transformación social y agrícola, impulsado por la incorporación progresiva del maíz en la dieta local y su expansión como cultivo principal.
El Maíz en América Precolombina
Antes de su llegada al Viejo Mundo, el maíz ya era el pilar alimenticio y cultural de muchas civilizaciones indígenas de América. Su domesticación comenzó hace unos 9,000 años en lo que hoy es México. A través de la selección artificial y la innovación agrícola, las comunidades mesoamericanas transformaron una hierba silvestre llamada teocintle en la planta productiva y versátil que hoy conocemos como maíz.
Los pueblos indígenas no solo lo cultivaban como fuente de alimento, sino que desarrollaron complejos rituales, calendarios agrícolas y cosmovisiones en torno a su siembra y cosecha. El maíz era sagrado. Su importancia iba mucho más allá de lo nutricional: simbolizaba la vida, la fertilidad y la continuidad.
El Maíz Cruza el Atlántico
Tras el llamado “Descubrimiento de América” en 1492, los españoles comenzaron a traer consigo productos desconocidos en Europa. Entre ellos estaban el cacao, la papa, el tomate, el tabaco y, por supuesto, el maíz. Las Islas Canarias, por su ubicación estratégica entre Europa, África y América, jugaron un papel clave como plataforma de tránsito y experimentación para estos nuevos cultivos.
El maíz llegó a las islas no solo como una novedad botánica, sino como una oportunidad agrícola que lentamente se integró en la vida cotidiana y las costumbres de la población isleña. Los primeros registros de su presencia se remontan a las primeras décadas del siglo XVI, aunque su impacto fue inicialmente limitado y marginal en comparación con otros cereales como el trigo y la cebada.
Evidencia Científica en los Huesos del Pasado
En un reciente estudio multidisciplinario publicado en la American Journal of Biological Anthropology, once investigadores de instituciones como la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, la Universidad de La Laguna, la Universidad de Burgos, el Museo Canario y el Instituto de Historia del CSIC analizaron restos óseos humanos y animales de la isla de Gran Canaria para rastrear el impacto del maíz en la dieta insular.
La clave de la investigación radica en el análisis de los isótopos de carbono presentes en los huesos. Las plantas como el maíz, que realizan la fotosíntesis tipo C4, dejan una huella isotópica distinta a la de los cereales mediterráneos tradicionales, como el trigo y la cebada, que son del tipo C3. La presencia creciente de isótopos C4 en los restos óseos revela, con gran precisión, el aumento del consumo de maíz entre los habitantes de la isla y su ganado.
Los resultados muestran un patrón evolutivo claro:
- Siglo XVI: Presencia marginal de maíz en la dieta.
- Siglo XVII: Dieta mixta, con un equilibrio entre maíz y cereales mediterráneos.
- Siglo XVIII: El maíz se convierte en componente esencial de la dieta humana y animal.

Cifras que Narran un Cambio Radical
Los registros históricos de producción cerealista en Gran Canaria respaldan los hallazgos científicos. En 1789, la isla produjo:
- 42,554 fanegas de maíz (2,361 m³)
- 74,116 fanegas de trigo (4,113 m³)
Apenas 24 años después, en 1813, la producción de maíz casi duplicaba a la de trigo:
- 98,708 fanegas de maíz (5,477 m³)
- 57,527 fanegas de trigo (3,195 m³)
Este cambio cuantitativo demuestra no solo la adaptabilidad del cultivo, sino también la transformación en las preferencias alimentarias y en las estrategias de supervivencia económica de los canarios.
Consecuencias Demográficas y Urbanas
Uno de los efectos más notables de la expansión del maíz fue el crecimiento demográfico sostenido de Gran Canaria. La mayor disponibilidad de alimentos, junto con la diversificación de la dieta, redujo la mortalidad, favoreció la reproducción y permitió la expansión de las poblaciones urbanas.
El norte de la isla, donde se concentraba el cultivo, vivió una verdadera revolución social. Pequeñas aldeas se convirtieron en núcleos urbanos, y el comercio interno floreció al ritmo de las cosechas de maíz. Este fenómeno también consolidó una cultura agrícola híbrida, mezcla de técnicas autóctonas y conocimientos importados desde América.
El Maíz en la Identidad Cultural Canaria
A medida que el maíz se integraba en la agricultura y la dieta, también lo hacía en la cultura popular canaria. Platos tradicionales como el gofio (mezcla de cereales tostados y molidos), las papas con millo, o las tortas de maíz se convirtieron en símbolos de identidad regional. Incluso hoy, en ferias y festividades, el maíz sigue ocupando un lugar central en las tradiciones culinarias de las islas.
Más allá de su valor nutricional, el maíz se volvió un marcador de resistencia cultural, especialmente en tiempos de crisis o escasez, cuando su producción constante ofrecía seguridad alimentaria frente a las adversidades climáticas o económicas.

Comparación Global: El Maíz en el Mundo
Lo que ocurrió en Gran Canaria puede verse como una especie de microcosmos de lo que pasaría luego en otras regiones del mundo. Desde Europa del Este hasta África, el maíz se convirtió en un cultivo esencial en muchas economías rurales. En lugares como Rumanía, Italia (polenta), y varias zonas de África subsahariana, se convirtió en base alimentaria.
Sin embargo, esta expansión no estuvo exenta de desafíos. En algunos contextos, la dependencia excesiva del maíz condujo a desequilibrios nutricionales, como la pelagra, una enfermedad causada por deficiencia de niacina. En Canarias, la combinación con otros alimentos y el desarrollo ganadero ayudaron a evitar estos extremos.
Ciencia, Historia y Antropología Unidas
El estudio liderado por Jonathan Santana y sus colegas destaca el poder de la investigación interdisciplinaria. Al combinar arqueología, antropología biológica, historia económica y análisis isotópico, el equipo logró reconstruir una narrativa compleja sobre cómo un alimento aparentemente simple transformó radicalmente a una sociedad insular.
Además, este tipo de investigaciones demuestra cómo los restos del pasado pueden hablar con claridad meridiana sobre los grandes cambios históricos, aportando evidencia tangible a procesos que, hasta ahora, se conocían mayoritariamente por documentos escritos.
Reflexiones Finales: El Legado del Maíz
La historia del maíz en Gran Canaria no es solo una historia local. Es un testimonio del poder transformador de la agricultura, de la capacidad humana para adaptarse y de los vínculos profundos entre alimentación, cultura y supervivencia. En un mundo cada vez más globalizado, entender cómo un cereal americano se convirtió en pilar de una sociedad europea periférica nos ayuda a valorar las raíces comunes de la humanidad.
El maíz no solo alimentó estómagos. Alimentó ciudades, economías, culturas y, finalmente, una identidad que aún hoy perdura.